sábado, 27 de septiembre de 2014

aviones despegando


Las tres de la madrugada.
Nueva York duerme,
como tú, imagino.
Vive la noche con nada.
Y rincones de humo y frío.
Posters, esquelas,
periódicos que no entiendo
y un movil sin batería.
La levedad de mi sombra y el tintineo
de las botellas del minibar en mi bolsillo.
Desaparecen los parecidos.
Y te recuerdo en Temple Bar, y te olvido por igual.
Conduzco por la izquierda y no es Dublín.
Me entretengo con la luz led,
espirales de coeficientes deficientes.
Focalizo, casualizo, o causalizo,
fricción y paciencia, ser un inútil invento,
un bulto olvidado en una terminal.
Y tengo miedo y amnesia.
No hay nadie y escucho ruidos metálicos.
Y parezco octubre, o quizá noviembre.
Un parque y un homicidio en remojo.
Alcohol por botín y un whatsapp por amigo.
Bicho y moribundo apurando el trago.
El tacto de tu mano que ya no sutura
y mis dedos amarillos que ya no te llegan.
Y Porter que no ayuda y además falta vino.
las cabezas descansan en la planicie del sueño,
se alejan las ideas sin pasaporte,
una elipse de olvidos y certezas,
desengaños e impotencias, y dos chicos
se muerden por dentro de la boca
con la violencia del silencio.
Espejismos y maniobras con la química,
y un botiquín de ilusión atracado en la última derrota.
He perdido con dos ases por no ser de los suyos
ni de los míos, radiografía de un intento.
Una postal de Central Park, la condensación del cristal,
mi libreta de epitafios, amoxicilina y ron añejo.
Un traje gris y un perro en la oscuridad.
Botellitas vacías y aviones despegando.
Y no llueve por mí esta vez.
Y pierdo el norte, la luz y el sábado.
Y no me arrepiento.
Y me han echado del bar del aeropuerto.

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