miércoles, 27 de febrero de 2013

eL leOn sabÍa quE lOs corDEros dormÏAn


El león sabía que los corderos dormían.
Que la duda degenera y la fe se pudre
si la escondes de la luz.
Ni  épica, ni plata.
Solo Verdi amargo,
Epílogo sin fasto. 
Condescendencia,
tú que nos odias,
danos aquello que nos presumes
para poder quitárnoslo.

Y te observo sin pánico.
Diestro y mágico.
Tal como fuiste.
Esencia y existencia.
Ángulo anverso y reverente.
Loco conspicuo.
El prodigio invisible
de mirada de hélice y dedos de carbón.
Fotograma y papiro miel.
Un hombre en la oscuridad
vende y compra almas
que nada valen.
Un hombre modeló la suya
sin aristas ni vértices,
límpida y suave, yerma. 
Laberinto de colirio y ceguera.
Espejos sin ambages.
Rosales de caricias romas.
Deformación y espera.
La sorpresa del absurdo.
Para ti, el trapecio
no es un reto ni una opción.
Es el punto de partida, el lugar de espera.
Todos confiesan sus pecados
y no huele diferente
cuando lo hacen. 
Como su personaje,
corrió y arriesgó
y las hebras, y el cieno, y vacío,  permitiéronselo. 

Piadosa deuda de paz,
pagada en sangre babelita.
Libre cuervo, sin camposanto. 
Arrúllame, oh, sirena impura,
para que sea la sal, la que corrija mis palabras
y encuentre mi bao-bab infinito, 
Arrúllame para hacerme pan o miseria,
decadencia o distinción.
Háblame en parafina y delicadencia.
Ajeno, me giré y no te ví.
Coincidí en tu sombra,
Y fui en mi reflejo.
Luna y mugre.
Acetona y paz.
Eje del mal.
Como Rilke:
“Rosa, oh contradicción pura, alegría.
De no ser dueño de tantos, bajo tantos párpados.”

domingo, 3 de febrero de 2013

la vida mancha



Erik Satie en el gimnasio se ríe del fin de siglo, Jim Morrison pare letras y show en el festival de Woodstock en el que desenmascara al farsante de Santana, por fin, Chet Baker besa a Astrud Gilberto a espaldas de Joao, Stan cela barítono, Gene Vincent maldice a vena partida y John Milner pierde a su chica en la última carrera ilegal con su taxi, Lennon ya olvidó Berlín y un riff de George sacude el Chelsea Hotel cuando Patty Smtih frasea al oido de Keith Richard a Kerouac,  Cohen hoy bebe solo. Enrique tatuador, acelera el diazepan de la mañana, Chuck Berry  flirtea con La Maga mientras Benedetti busca sin saberlo a Rocamadour entre las calles del Ulises, en una ciudad distinta y distante, más obscura, sin luz, la que Van Morrison comprara por un poco de costo una tarde noviembre, la misma en la que Dylan y Christofferson inmortalizan a Billy the kid en una obra genial. Un invierno de suites de Bach interpretadas por Jacqueline Dupree y güisquis de garrafa, como cuando planeábamos matar a Yoko mientras aprendíamos versos de Dylan Thomas y William Blake, odiábamos al Juan Ramón narrativo y descubrimos al Juan Ramón poeta, poeta grande, cuando bebíamos como Panero fumaba, cuando paseábamos por la Astorga del desencanto, de la magia de Jimi Page, del rayo que no cesa, del claro de luna de Chopin, de la espesura agria y angosta de Virginia Woolf en Las Olas, Storni adentrándose en la mar, la locura organizada y necia de Ignitius, la ficción terca de Borges y Parker Bird al saxo tenor, Rosalía mascullando tristeza en una tarde en la que suena Puccini, Turandot, Tosca... y todo parece pequeño y escurridizo, como las notas del piano de Nyman cayendo sobre el París incendiario del mayo francés. Héroes de Ray antes de que Ray se convirtiera en esa especie de Ray que no reconoce ni Ray. No nos descubrió nada Auster que no leyéramos en el 27, incluso en el 98, solo fue sonoro, un aditivo más. Los Clash, Lou Reed y la poesía diáfana de Hesse nos facilitaron el camino. El lobo estepario bebiendo el vino de los matices, la cadencia de la madrugada, de la reflexa confesión, el dolor de la cera hirviendo, noches de oleo, incienso, licor y una Venecia que muere y mata, la concupiscencia de La Tempestad, las vanguardias de Von Trier,  y Truffeau que nos acaricia las miserias, las que nos hicieron mortales cuando todos se iban. Los viajes a Portugal y la fábrica de Jim Bean que compramos nos hicieron casi humanos, hicieron cortas nuestras estancias en aquel palacete de invierno en Sintra. Y Joan Valent, Marta Valdés y Chano Domingo, Omega de Lagartija Nick, el astillero de Onetti, el odio elegante de Wilde en De Profundis y nuestra sed infinita, nuestra infinita búsqueda, Pierrot el Loco sirviéndonos Martinis, Steve McQueen de tour por Estoril, Bogart y Bacall, James Stewart, John Wayne, feo, fuerte y formal, Tom waits haciendo de Tom Waits, Fritz Lang y Glenn Ford,  Iggy Pop enseñándonos la gran Manzana, con el permiso de Woody y de Auster, una resaca en New Orleans antes del huracán, un paseo por la plaza de la cebada con Johnny Burning, la LesPaul de Gary Moore y una mañana en el rastro, las aventuras de Jeremiah Johnson y un coñac caro en Mafra. La voz y los pies  de Cristina en el contraluz, la derrota de Quique, Malasaña y Chueca, mis discos de vinilo y lo que fui y no supe conservar. Los tipos duros no bailan. Norman Mailer