sábado, 14 de abril de 2012

canción para mirar al cielo desde monteclerigo




Tengo el tic tac de mi corazón ansiolítico 
grabado a ráfagas
por  los poros de arena que no supe sudar.
El vuelo de la luz a trágalas y a poniente cruel
deportaron mis temblores y mi salitre seca 
a la hora de la retirada.
Y vivo resguardado, 
ignoto y quedo en una lengua de roca insolente,
en un palmo de ola y papel de fumar, 
en una caricia hirviente.
Rehén en una aria de imposible ejecución 
pero de coda previsible.
Y te tuve en un descuido. 
En un acantilado como un butrón.
Cerca de unos juncos y un abandono, de una herida.
Carne de albatros y vino de sal. Maderos de contrabando y un día sin luz.
Y me encontré, una tarde de lluvia y calor, flotando como una alga esquiva, supurando lágrimas 
y notas de un rickenbacker abandonado,
bebiendo amarginha y fermentos en borrascas. 
Una cala de derrota.
Tuve una pena y un dolor, un trabajo y un esquirol,
una vida y de cuentas pendientes lleno un galeón.
 Me perdí bajando a tierra y desfallecí en mi presente.
Como un gorrión en el alambre
o una nube desde la que saltar hacia adentro,
me mantengo entre la sinestesia y la distimia
construyendo un último cráter
para el último vuelo tóxico, mi última inmersión
justo antes de la erupción y del derrumbe.