En un giro, o un intento, recordé tus dedos,
finos y largos, y la cutícula de mis desperfectos,
esparcidos por ahí, como la baja mar rozaba tus pies
cuando me fui a tocar en la calle aquel invierno.
Cambié un disparo por un camino.
Y ahora que me perdí, no me quedan disparos.
O mojé la pólvora con agua de un estanque
que oxida y no moja, no lo notas.
Un chico y una vida,
la tristeza y una huida,
una aguja y una duda,
una señal de calle sin salida.
Hierro y vino, y azufre, y arena.
En un momento me dejo la barba
y te rapto hasta Portugal.
Y te enseño drogada a esquivar las rocas
de los acantilados cuando te dejas caer.
En un momento te insulto o te beso.
O te pillo en un renuncio de mí,
y me dejas llorar sin que me vean.
Cuando los alacranes se imaginan escorpión.
Y la fortuna y el acierto
invirtieron en alcohol y se toparon conmigo.
Y de ahí su nombre y mis lagunas.
De allí te inventé en verso y te olvidé.
Un hombre que escribe con la izquierda
me abrazó y me dejó su olor a camino en mis mejillas.
Y ya no me creo mejor que nadie.
Solo busco un abandono y un cauce hondo.
Un tonto y un disparo
se perseguían sin tino.