Con las uñas sucias y el espinazo embrutecido
lo inesperado es sentir.
Como parva húmeda y bruma a charcos
nada desenlaza como tramaba.
Y a palos de ceniza me castigo sin valor.
Lacónica impureza sin pudor ni fuerzas.
Todo gris y caducado.
Las caras sucias de los amigos perfectos
y las lenguas afiladas
que me despiden en la estación.
Y me repito sin ternura ni cobijo.
Una caja de música
de niño mudo que olvidó reír.
Porcelana partida a trocitos
en una caja de piel y huesos
con los órganos vitales enfermos.
Santuario del olvido.
Papel de estraza
y garabatos a carbón, y mi trazo.
Todo guardado en la memoria muerta
de los que no recuerdan.
Y las ventanas se cierran
como mis ojos ya no reparan.
Como un perro sin desparasitar
me rasco las heridas
en mi rincón del sonido.
Despedidos los cuerdos y acertados,
me queda aun tiempo, solo el justo,
de hacerme más malo y más niño,
con una sed más infinita
y más alas en los zapatos.
Esperando que, esta vez, no me despierte
con los pies en un encofrado de hormigón,
mientras la marea sube.
"Nos ponemos al día,
se pagará el alquiler,
entonces la conciencia,
vamos a la cama,
en el ojo sobre el Tajo
oímos la caminata.
se pagará el alquiler,
entonces la conciencia,
vamos a la cama,
en el ojo sobre el Tajo
oímos la caminata.
El amor vuela desde el este"
Dominique A