jueves, 10 de noviembre de 2011

TOSINMAN


Las gotas de agua olvidadas al raso
parieron estalactitas de distancias y arrugas.
Nos hicimos pardos y romos, si no agrios y secos.
Las noches de vida y juventud se nos caducaron
esperando que algo se moviera
para que nada cambiara.
Y los veranos sin piscinas a la hora de la siesta,
secos como cadenas de bicis subiendo a la Morra,
 se agolpan a la entrada cobrando su cuita.
Agotadora secuencia infinita de actos no consumados.
La estructura de paz y silencios,
la interesada pérdida de la memoria colectiva.
Y la apatía nos delató como los nervios al condenado.
Nos retrató todo lo no dicho y lo no hecho.
La borrachera de asperezas alimentadas
por un país de miseria y desencanto
que no les permitió amarse, ni amarnos.
Fuimos fructus a destiempo, rotos remendados.
Y la colección de desiertos,
de caricias y de acordes desacordes
fue desatando los lazos y las hebras de sanguina.
El desliz de la no empatía, y la intención del olvido.
Todos pusimos de nuestra parte
y el baúl rebosó de desatinos y palabras no dichas.
El desastre seco de impresiones que no imprimieron
y abrazos no dados.
A lomos del mutismo y el cierre en falso,
nos hicimos hombres-niño.
Entre el destierro de unos y el absentismo emocional de otros.
Pedazos de cobre oxidados que olvidamos mirarnos
cuando aun brillábamos bruñidos
y cuando aun estábamos todos.
Y ni Noa, ni Íñigo, ni Eider, ni Iratxe, ni Ur..., ni mi pequeño
conocerán el colirio afuegolento de la tristeza asumida
que nos hizo tan parcos en tantas cosas,
tan especiales a veces,
y tan escasos casi siempre.
Ellos lo harán mejor,
seguro.

Como el príncipe y el mendigo que nos regalaste,
arrugamos tomas falsas hasta que arreglen las cosas
Ojo de Halcón o el Capitán América,
y rescaten a mi primo de la cubierta de La Casilla
ahora que Miguel Ríos lo deja.

A Tosín y Javi